sábado, 15 de mayo de 2021

Adolfo Alsina y la ocupación del Desierto. Relatos de la frontera.



Ficha Técnica:
Título: Adolfo Alsina y la ocupación del Desierto. Relatos de la frontera.
Autor: Alfred Ébélot.
Editorial: Elefante Blanco.
www.elefanteblanco.com
Edición: 2008.
Prólogo: Isidoro J. Ruiz Moreno.
Ilustración de tapa: La cautiva. Juan Manuel Blanes.

Reseña

Entre los escritos de los viajeros que han dejado testimonio de la impresión que les causó la Argentina, se destacan las crónicas que Ébélot publicaba en la Revue des Deux Mondes. Escritas con elegancia y sentido del humor producen deleite por la sutil apreciación de detalles, costumbres y personas, y a la vez echan luz sobre un momento de la historia argentina. El choque de la civilización y la barbarie es tan vigente hoy como entonces –fines del XIX– se agradece que la pluma afilada y certera del autor nos dé un panorama de coo era el desierto en tiempos del indio. Arrebatado por la naturaleza y conmovido por las idiosincrasias de indios y paisanos, Ébélot nos muestra un joven país que no ha cambiado mucho y nos convida a la épica del progreso cuando tal circunstancia era el deseo de construir una gran nación. Una lectura feliz.

Uno de los editores del diario La Nación, Carlos Gutiérrez, ha escrito del autor: “Me llamaba la atención aquel hombre tranquilo y siempre sonriente, que entraba, se sentaba a escribir, hacía fácilmente su artículo de fondo y en seguida la sección editorial Notas del día; total, dos columnas diarias sin más interrupciones que, entre los dos artículos, fumar un cigarrillo caporal que armaba tranquilamente, y hacer algunos cariños al gato”.

Ébélot manifestó siempre gran cariño por nuestro país, amoldándose a él. Ha escrito: “Durante largos períodos, no sólo he vivido sino que pensado como gaucho”.


Autor

Alfred Ébélot nació en Saint Saudens, Haute Savonne (Francia), en 1839. Se educó en Toulouse y luego en Paris, obteniendo el título de ingeniero civil. Se dedicó más a la literatura que a ejercer su profesión: fue secretario de la Revue des Deux Mondes, bajo la dirección de su fundador, Mr. Buloz, a partir de 1864. Abandonó ese cargo en 1870, y se trasladó a Buenos Aires. Fundó aquí el periódico Le Republicain, que dejó de aparecer cuando estalló la epidemia de fiebre amarilla, el 1º de abril de 1871, después de haber publicado 119 números. Se dedicó entonces a trabajos de ingeniería. En 1875 fue contratado por Adolfo Alsina para colaborar con él en varias obras tendientes a civilizar el desierto. Entre esas operaciones se contó la construcción de la “zanja Alsina”, con la cual el entonces ministro de Guerra quiso dificultar el paso de los indios, que demoraban con sus depredaciones el avance de la producción ganadera y agrícolas de las regiones aún sometidas a sus periódicas correrías. Esta famosa zanja abarcaba más de cien leguas de extensión. En 1876, en la Revue des Deux Mondes, Ébélot publicó Une Invasión dans la province de Buenos Aires (t. III), evocada vívidamente, y luego André Cazaux líndien-scenes de la vie des pampas (t. IV). Participó después de la campaña del río Negro con el general Roca. Volvió a Buenos Aires y desde entonces colaboró en La Patria Argentina y en La Nación. Fue luego durante tres años redactor de Le Courrier de La Plata, en compañía de Emilio Daireaux. Dejó una nota documentada  de la revolución de 1890, en La Revolution de Buenos Aires, en Revue des Deux Mondes, y escribió además una novela en francés, La Niari. Regresó a su patria, y desde Paris siguió enviando crónicas y reportajes a La Nación. Falleció en Toulouse (Francia) el 3 de enero de 1920.



He leído este libro de Alfred Ébélot (1)(2) y me resultó gratificante en todo sentido. Sobre todo porque habla de nuestro pasado, parte de nuestra historia como país, y desde la mirada de una participante, que además era extranjero, que no es un mérito o desmérito, sino que, a pesar que había sido contratado para realizar determinado trabajo, parecía actuar como un tercero observador, y nos dejó este libro, y algunos otros artículos, algunos de ellos, en francés (pero que se pueden traducir automáticamente al español utilizando el google traductor) disponibles en wikisource (3). Cualquiera que estudie el tema de zanja Alsina (4) acude a este libro, como una de sus fuentes, para documentarse.


Este ejemplar que leí, es una edición linda, letras “normales”, es decir, no pequeñas, el diseño de la tapa también es lindo, si bien usaron una imagen de una obra de arte argentino muy conocida, que está relacionado de alguna manera con el texto, no es lo que más me llamó al momento de comprarlo. Lo adquirí en una feria pequeña, realizada en la plaza de la Biblioteca Nacional, y salió caro en su entonces. Caro para mí, comparado con otros libros “nuevos”. Hay editoriales que hacen algo así, toman textos libres de derecho de autor, algún prólogo, algún estudio preliminar, un diseño lindo y lo venden caro, se ve mucho de esto en algunas editoriales en la feria del libro. Si bien eso lo veo negativo, porque hay alternativa, conseguir el mismo texto usado y por un valor cinco o seis veces menor. El fuerte de este proceder, que suelen hacer “colecciones” de textos que comúnmente ya no se editan, y si uno quiere trabajar con un texto en un ejemplar nuevo, puede acudir a este tipo de ediciones. Como todo, tiene sus puntos fuertes y sus puntos flojos. A veces estas editoriales pequeñas o poco conocidas, tienen un paso fugaz por la literatura. Si algo tiene mal, al menos le eche en falta, es la ausencia de uno o varios mapas geográficos para “ponernos” en lugar, para entender mejor las explicaciones, que salvo alguien que ya tiene un conocimiento sobre líneas históricas de frontera, muchos lectores pueden encontrarse con que deben acudir a la web y/o otros libros para visualizar mapas de época. Esta editorial en particular se ha denominado Elefante Blanco, curioso, porque si acudimos a los dichos populares, elefante blanco se le dice a algo que es visto como una carga gravosa.


Hay mucho escrito sobre Ébélot y su obra, cantidad de textos, con una simple búsqueda en Google Books aparecen muchísimos “con vista previa” y unos cuantos más “sin vista previa”, esto se debe, como se dijo al comienzo, que la obra de este autor funciona como una fuente documental importantísima. Puede ser poco conocido, casi un desconocido como autor, puede que las entradas en Wikipedia (en francés y en español), ambas presenten una biografía escueta. Porque el fuerte no radica en la figura del autor, sino en las crónicas que dejó. Testigo privilegiado de un momento histórico argentino. De ese “mucho” que habla o refiere al autor, me gusta separar aquellos que se concentran directamente en el autor de aquellos otros que lo etiquetan con otros autores, en comparativas bastantes simplistas, siempre referenciándolo bajo el paraguas de otra figura.


En este libro nos habla de costumbres del pasado, modos de vida en la frontera, anécdotas, consejos y reflexiones sobre los habitantes, sobre la política, sobre lo que se “pudiera hacer” desde su mirada (y que no se hizo), describe el conflicto con Chile, hable de los indios aliados, de los desertores, de los gauchos, de la guardia nacional, de las 56operaciones militares en el frente, es decir, nos brinda una panorama bastante complejo de aquella realidad.


Los animales más curiosos de estas llanuras son tres o cuatro variedades de tatú: la mulita, el mataco y el peludo. Son representantes degenerados de los antiguos gliptodontes, algunos de los cuales medían tres metros de largo; se han conservado estos, en su pequeña talla, la forma y el andar, que no se parecen a los de ningún otro animal de nuestros días; tienen algo del erizo, del chancho, la rata y la tortuga. Es una bestia de la era terciaria que trota menudamente delante de uno. Hay que apresurarse a estudiarlos, pues pronto han de desaparecer. Inofensivos y suculentos, los soldados le dan ruda caza y los consumen en cantidad espeluznantes. (Pág. 89)
No estaba equivocado cuando unión el camino taxonómico del gliptodonte con las mulitas, ya que ambos pertenecen al orden de los mamíferos cingulados. Luego el autor pronostica una pronta desaparición, algo que por suerte no sucedió. Pero aquí hay que hacer una diferenciación, dado que el autor no especifica claramente a la especie que se refiere, y armadillo, mulita o tatú, son denominaciones que comúnmente se aplican a dos especies del mismo género, el Dasypus hybridus y el Dasypus septemcinctus, el primero de ellos efectivamente al día de hoy se encuentra “casi amenazado”, el segundo de ellos se encuentra en “preocupación menor”.


Por supuesto, todo el mundo a caballo. En la frontera, la expresión “más viejo que andar a pie” corresponde a la francesa “cuando la reina Bertha hilaba”, y designa edades prehistóricas. (Pág. 90)
El autor hace esta asociación de frases, es posible que la primera expresión comparativa procede de Europa, llegó y se hizo popular entre los habitantes de aquí, presupongo que la de haber escuchado un par de veces como para mencionarla. Sin embargo, no figura en un Diccionario fraseológico del habla argentina, ni en un Refranero de uso argentino ni en un par más de diccionarios que recogen el habla propia de estos lugares, en tanto que sí figuran un par de variantes que comienzan con el “más viejo que...


Las citas que siguen las tomé de unas tres o cuatro páginas que describen la realidad, tristemente, que muchos podemos visualizar hoy en día, salvando las distancias, es decir, las miserias humanas que forman parte de este país. Que si lo miramos como una línea temporal, Ébélot solo se cruzó (y describió) un pequeño segmento, pero que ya venía desde cien años antes y continuó hasta el día de hoy.


Primero, el “destinado” a recluta del ejército. Nótese la crítica a la “justicia argentina” cuando dice “Sería atribuir a las autoridades argentinas, (…), escrúpulos de legalidad”, está siendo irónico con la exactitud o rigor en el cumplimiento del deber o en la realización de algo. ¿Cuán lejos estamos hoy día a 140 0 150 años de haberse escrito aquello? Y cierra la frase con un “que quizás comiencen a sobrevenirles gracias a la difusión de las luces” ¿podemos decir que llegaron “las luces”? tal vez llegó ese pensamiento, esas ideas, pero una cosa es alcanzarlo y entenderlo y otra es aplicarlo.
El ejército argentino está tan mal reclutado cuanto es posible. Una buena mitad de los soldados que lo compone está formada por destinados, gente que abraza el oficio de las armas a raíz de una condena judicial. Cuando un gaucho “no pudo sujetar la mano”, según el eufemismo que se estila, “y le ha sucedido una desgracia”, es decir, que ha matado a un hombre, la ley le dice sin enojo: puesto que te gusta la sangre, derrámala por lo menos para gloria de la patria, y lo envía a un regimiento en lugar de enviarlo a las galeras. Sin embargo, no se crea que entre los destinados se hallan solamente bribones. Sería atribuir a las autoridades argentinas, sobre todo a las subalternas, escrúpulos de legalidad que quizás comiencen a sobrevenirles gracias a la difusión de las luces, pero que durante mucho tiempo han sido su menor preocupación. Yo tuve un asistente valeroso, devoto, infatigable, prototipo del buen solado y del hombre honesto. Se llamaba Lino Llanes.
– Lino –le pregunté un día en el momento en que me ofrecía el mate, manteniéndose de pie ante mí, con su bondadosa fealdad cordial, sus ojos de distinto color, su cara de una amarillo terroso y picada como una esperanza, sus piernas en arco dentro de grandes botas descosidas, su uniforme andrajoso pero minuciosamente limpio– ¿por qué te has hecho soldado?
– Estoy destinado, respondió sin pestañar. (Pág. 92)


Si bien el autor podría haberse ahorrado algunas caracterizaciones inapropiadas para un “lúcido” como él, a continuación cuenta la historia de Lino Llanes, para comprender el “estoy destinado”.


Y al darle yo a entender mi sorpresa, añadió:
– ¡Oh! Es muy sencillo. Estaba en mi rancho, cerca de Corrientes, muy tranquilo con mi mujer, cuando una partida de policía fue a sacarme para enrolarme. El gobernador quería hacer una revolución y hacía una leva de la guardia nacional. Mi caballo estaba en el palenque, completamente ensillado, a cuatro pasos. Pero no tuve tiempo de saltar sobre él. Me agarrotaron. ¡Ah, si yo hubiera podido montarlo! ¡Era un animal extraordinario! Dos días después peleábamos contra línea. Fue la batalla Ñaembé, que perdimos. Me hicieron prisionero y como rebelde me condenaron al servicio de las armas por cuatro años. (Pág. 93)

En este fragmento que relata Lino Llanes, con “el gobernador” refiere a Ricardo López Jordán (5) que tenía por bien, reclutar gente mediante levas, de la manera más canalla para sus intereses personales, se levantó en tres ocasiones contra el gobierno nacional, y siempre perdió. La Constitución Nacional que nos organiza como Nación-Estado data de 1853-1860, y uno de sus protagonistas impulsores Justo José de Urquiza. En 1870, estando vigente la Constitución Nacional, Ricardo López Jordán decide terminar con Justo José de Urquiza organizado una conspiración que termina matándolo. Está señalado como uno de los “últimos” caudillos, y como sucede siempre, los “últimos”, al menos en la política, representan la decadencia, por eso no está visto como un caudillo relevante, ningún libro de historia lo coloca como caudillo de la talla de Güemes, Quiroga, López o Ramírez, entre otros, sino como el “asesino de Urquiza”. Este hecho, catastrófico como se lo mire, motivó que este sujeto sea declarado “reo de rebelión”. Fue Domingo Faustino Sarmiento quien puso los puntos sobre las ies o dicho en criollo, quien puso puntal al rancho y lo envió a Julio Argentino Roca junto a otros cuantos generales a terminar con el rebelde. Las fuerzas de Ricardo López Jordán fueron aplastadas en la Batalla de Ñaembé (6) de tal manera que se restableció el orden y se garantizó el federalismo elegido por la Constitución Argentina. Como un cobarde, habituado a correr, quien levantaba gente para que “pelee por él”, Ricardo López Jordán huyó a Brasil, regresó, fue nuevamente derrotado y detenido, estando preso se fugó, y luego se escondió en Uruguay, dejando tantos muertos a los que obligó a luchar por su causa. Como no podía ser de otra manera, dentro la lista de presidentes argentinos, un exacerbado presidencialista que buscó concentrar todo el poder de turno y no supo gobernar terminando con una renuncia, como lo fue el casi olvidado y poco recordado Miguel Juárez Celman, a la mitad de su gobierno no finalizado, en 1888 tuvo la ocurrencia de dictar una ley de amnistía para beneficiar a algunas personas que cometieron crímenes en el pasado, entre ellas, uno de los beneficiado fue Ricardo López Jordán que regresó al país, y no vivió más de un año cuando una de sus víctimas directa o indirecta, lo ajustició en la calle.


Al bueno de Llanes le parecía todo ello simplísimo. Hay maneras aún más extralegales de reclutar los regimientos. Llanes, después de todo, fue juzgado por un consejo de guerra, y es propio de los consejos de guerra escuchar las excelentes razones por las cuales la gente aprehendida con las armas en la mano tratan de demostrar la pureza de sus intenciones; se puede invocar la razón de Estado a propósito de su cometido y, aunque sea en general una mala razón, por lo menos es una razón. Lo más irritante era ver, hace unos años, las venganzas de procónsules de pueblo que arrojaban a un cuartel a algunos pobres diablos engrillados. Luego de vestida la casaca, no había nada que hacer: toda queja demasiado vivamente expresada se convertía en insubordinación. Fue una medida de gran alcance la que tomó el presidente Sarmiento, prohibiendo a los jefes de los cuerpos que recibieran destinados de otras manos que no fueran las de la autoridades competentes, es decir de los jueces de crimen, y sólo después de una condena en forma; pero la misma prohibición muestra hasta que punto habían llegado las cosas. La medida hizo disminuir mucho el número de reclutas involuntarios con que los batallones se recuperaban de las bajas. En un déficit que se ha ensayado combatir por medio del enganche, es decir del enrolamiento pago, pero da lugar a muchos abusos, como antaño en Francia las levas de la marina. Ha hecho vestir el uniforme a cierta cantidad de extranjeros ofuscados por reclutadores en algún momento de desaliento o embriaguez y que ingresan a la infantería por no saber montar a caballo; grande es su sorpresa cuando a planazos se les demuestra que un soldado de infantería debe ser buen jinete. (Pág. 94)
De este fragmento, me interesa resaltar tres conceptos. El primero cuando dice “Al bueno de Llanes le parecía todo ello simplísimo” está reflejando la imagen de aquellas personas simples, que no alcanzaron cierto “conocimiento” mínimo ya sea porque no le dieron oportunidad o porque no la tuvieron. Como para tener una idea, el autor fue contratado en 1875, y recién en 1884, se sancionó la Ley 1420 de Educación Común, estableciendo su carácter obligatorio, estatal, laico y gratuito para las escuelas primarias. ¿Esto es (o fue suficiente)? La respuesta es no. Después de más de 130 años, todavía hay muchísimos “buenos como Llanes”, más de la mitad del país tiene educación primaria básica y en la mayoría de los casos no pueden comprender un texto. Se refleja todo el tiempo a través de los medios de comunicación y cualquier otro canal de expresión (desde redes sociales, conversaciones con personas (vecinos, familiares, etc…), expresiones en grupos sociales, etc…), lo que se ve, es la carencias de la educación, incluso en casos de docentes que se hacen públicos por tal o cual razón. Todo ellos lleva a pensar que con una educación básica no alcanza. Pienso en calidad educacional, pero tampoco alcanza, se tiene que completar con valores, y esos valores tiene que impulsar a la persona a superarse, se ve todo el tiempo, incluso en profesionales consumados, personas con títulos universitario y con pensamiento fanatizado o límite, que comprenden un texto, pero que dejan mucho que desear cuando se expresan (en sentido amplio), pero aquí ya hay una falla por parte de esas personas, no les faltó educación. ¿Hasta qué punto los actuales “buenos como Llanes” son responsables de su falta de educación y hasta qué punto no lo son? Es complejo, porque si el Estado no brinda el marco para que la persona se desarrolle, primero pondrá como prioridad la supervivencia básica y luego la educación (que nunca alcanzará), pero están aquellos que teniendo la posibilidad de educación (informal o formal) a su alcance, con miles de caminos distintos para superarse a sí mismo optan por el camino fácil, cierta chatura que les permite vivir y se conforman con una vida simple sin cuestionamientos, o que si los tienes los satisfacen por caminos alternativos más fáciles que el conocimiento, es decir por el fanatismo, la religiosidad/espiritualidad, la superstición, el chisme, etc… es decir, todos aquello que les brinda cierta tranquilidad en la vida pero no les permite pensar por sí mismos, por tanto los pensamientos que les surgen siempre son simples, no se cuestionan nada, compran todo y rechazan todo con el mismo ímpetu, porque es ahí donde se manifiestan los límites de la ingenuidad, de la incredulidad, de la ignorancia, etc…  Hasta ahí llegan los “buenos como Llanes”.
El segundo y tercero de los conceptos que deseo resaltar son “la autoridades competentes, es decir de los jueces de crimen” y “y sólo después de una condena en forma”, dos aspectos que hacen precisamente a la legalidad, a la justicia misma, si bien la Constitución Nacional ya había establecidos las pautas, está claro que hubo cuestiones que continuaron siendo problemáticas, pensemos hoy día cuantas veces sale en las noticias “cuestión de competencias” o “condena firme” para bien y para mal.


No hay que asombrarse demasiado por el medio de persuasión empleado con ellos. Para tener sujetos y reunidos en un haz de elementos tan heterogéneos, la disciplina era en otro tiempo cruel; todavía es brutal. Hace pocos años aún, las penas corporales eran frecuentes y se las acompañaba con odiosos refinamientos. Mil, dos mil azotes eran nada, aunque a veces el paciente se muriera. Había cosas mejores: se conservaban suplicios foráneos que recuerdan a la rueda y al potro de la Edad Media. Gente moderada, oficiales esclarecidos, los aplicaban a sangre fría; yo he conocido algunos que lamentaban su supresión, tal es la fuerza de los usos. En cuanto a los oficiales violentos y de mente estrecha, y había más de uno,  llegaban a ser verdaderas plagas. Hoy día se han suprimidos aquellos horrores. Está prohibido torturar al soldado; pero ha parecido prematuro impedir que se lo golpee. La autoridad militar teme desarmarse demasiado si suelta el garrote. Un oficial puede todavía dar de golpes a sus hombres, pero se los castiga si se los da con otra cosa que no sea el sable de plano. Por una sutil interpretación del código de honor militar, se acepta que nada proveniente de la espada envilece. (Pág. 94)
Este fragmento no deja de ser interesante también. Denota cierto humanismo en el escritor, viendo como cierra el fragmento, con “una sutil interpretación” y “envilice”, está claro que lo escrito se puede interpretar de mil maneras diferentes, y de ahí que el pensamiento único fanatizado solo lo practican los viles. Y si atamos cabos, la disciplina cruel, brutal, la sangre fría, los oficiales violentes, los de mente estrecha, los plagas, la autoridad del garrote, la tortura a los soldados, no pueden ser otra cosas que las características de los viles. Esto por suerte, han cambiado bastante, demasiado diría, cada tanto surgen algunos de estos personajes, pero ya no son “plaga” como señala el autor, sino más bien, la excepción.


Estamos en un país de leyes igualitarias y de carácter aristocrático. Las costumbres se dan de coces con las instituciones, que son las más liberales de la tierra; pero la Constitución, venerada por los mismos que la violan, reacciona a su turno contra las costumbres, las transforma y las encamina hacia la aplicación sincera y práctica de los principios que proclama. En la República Argentina, uno se sorprende con frecuencia al encontrar tanta arbitrariedad sirviendo de correctivo a tanta libertad. Cuando se piensa en los orígenes de esta sociedad y en su historia, no se sorprende ya más. Debe reconocerse que, si bien este pueblo naciente ha puesto su ideal político por encima de lo que su organización social parecía permitir, por lo menos tiende con firme y constante esfuerzo a aproximársele sin tregua. En lo concerniente al ejército, el único paliativo para un estado de cosas ciertamente molesto es hoy el distinguido espíritu de ciertos oficiales instruidos y liberales, que se multiplican día a día en las filas. El remedio radical sería un modo de reclutamiento democrático que mezclara todas las clases de la sociedad; pero se está en los cuerpos de línea lejos de ello. Volvamos a la pampa. (Pág. 95)
Este fragmento también tiene mucho de interesante para rescatar. Relacionado con lo anterior comentado del ejército refiere a la necesidad de oficiales instruidos y liberales. Pero separé este fragmento del anterior porque me parece que lo más relevante pasa por otro lado. El autor dedica algunas palabras a su propia reflexión antes de regresar a los relatos de frontera (“Volvamos a la pampa”). Encuentra paradigmática la “razón del ser argentino”, “en un país de leyes igualitarias y de carácter aristocrático” y donde “las costumbres se dan de coces con las instituciones”, en todo momento adhiere a las ideas liberales, que eran las que se impulsaban en ese tiempo en Europa, y hasta hace cumplido de las instituciones argentinas tildándolas de ser “las más liberales de la tierra”. Y vuelve con la crítica a esa manera de ser tan contradictoria y esa forma de “funcionar mal pero avanzando” cuando dice “En la República Argentina, uno se sorprende con frecuencia al encontrar tanta arbitrariedad sirviendo de correctivo a tanta libertad.” El corolario esta cuando escribe “Cuando se piensa en los orígenes de esta sociedad y en su historia, no se sorprende ya más” y efectivamente es así, cualquier libro de historia, directamente menciona al contrabando como base fundacional del país.


Lo que voy a transcribir a continuación son dos páginas, donde el autor describe como funciona la burocracia argentina en su entonces (que si lo traemos a la actualidad veremos que continúa todo muy parecido), primeramente hace una descripción, y luego, en la segunda mitad realiza una reflexión donde señala los dos grupos de argentinos, los vivos y los zonzos, los vivos serían los carentes de valores o aquellos con los valores distorsionados, y los zonzo, aquellas persona honestas o buscan hacer las cosas bien. El párrafo no merece comentario, habla por sí solo.

(…) Fue lo más que pudieron hacer: la crisis seguía azotando al país; el gobierno, cada vez más ahorcado, vivía de los préstamos del Banco de la Provincia, que poco antes había suspendido la conversión de sus billetes. No por eso se acometió con menos coraje la construcción del foso; los hombres encargados de reorganizar la frontera estaban convencidos de que lo importante era comenzar y que siempre se termina por alcanzar el objetivo cuando no se lo abandona.
A fin de impulsar los trabajos y de vigilar el manejo de los fondos, se nombró en primer término una “comisión de vecinos”, preliminar obligado de todas las obras públicas. La República Argentina no tiene un servicio de administración pública seriamente organizado: se lo suple por aquel arbitrio, que ofrece sus lados buenos y sus lados malos. El gobierno designa a cierto número de personas honorables, que se encargan gratuitamente, por patriotismo y por vanidad, de la dirección de las obras proyectadas. Una vez instaladas tales comisiones, llevan las obras adelante según su propio entender; aprueban los contratos, compran los materiales, arreglan las cuentas de los empresarios. Están constituidas por terratenientes y representantes del alto comercio, ricos estancieros residentes en la ciudad, grandes negociantes en cueros, acopiadores de lana sucia; se estima su gran fortuna como garantía suficiente de su honestidad, su actividad comercial como prenda de su capacidad. Así es, casi siempre, pero muy frecuentemente también aportan a las empresas de interés general los restringidos puntos de vista, la desafortunada obsequiosidad con las personas y el gusto de la minucia que da una vida gastada en la discusión de menudos intereses particulares. A pesar de su buena voluntad, evidente y constante,  están mal preparados para una tarea semejante. Es el primero y más grave inconveniente de tal régimen. El segundo, es que los improvisados funcionarios, incapaces de buscar ventajas personales, no resisten el deseo de ser útiles a sus protegidos y auxiliares políticos de segundo orden. Nada empuja tanto hacia el favoritismo como un poder irresponsable; nada desorganiza más un centro de trabajo que el favoritismo. La comisión de la frontera estaba llena de celo y rectitud, pero ello no le impedía elegir de vez en cuando singulares empleados. Uno de ellos, fortalecido por un lato patrocinio, estableció tranquilamente una pulpería en una de las poblaciones que comenzaban a brotar en torno de los campamentos principales; desde su mostrador dirigía las obras que se hallaban a su cargo. Algunos de los artículos que despachaban eran de la misma naturaleza que los que debía suministrar a los obreros en las raciones. Ninguna garantía sino su conciencia aseguraba que no se confundirían las mercancías de su propiedad y las de propiedad del Estado. Evidentemente, era trasponer los límites de las audacias tolerables; hubo que privarse de los servicios de un hombre que mostraba por los negocios una vocación decidida. La comisión, en el fondo indignadísima, lo trató con miramientos: estaba protegido por uno de sus miembros. Pidieron la renuncia del pulpero, pero dejaron que la presentara como iniciativa suya; él se tomó su tiempo y lo elevó cuando los primeros beneficios de su negocio le permitieron ampliarlo. Si se enriquece, pasará simplemente por hombre hábil.
Entre los argentinos se absuelven fácilmente las especulaciones afortunadas. El dinero es para ellos objeto de ávida codicia. Por cierto que no es para atesorarlo; bien o mal ganado, lo tiran a la calle con igual despreocupación. Ésa es su excusa; pero su ansia de manejarlo es tanta que en ciertas ocasiones perturba sus ideas sobre los límites entre lo justo y lo injusto. La lengua familiar expresa esto de manera picante: designa con el eufemismo vivos a frangollones de negocios que en nuestras viejas sociedades, nutridas de tradiciones más sanas, serían gratificados con epíteto menos benigno. No solamente la gente de comercio piensa que en los negocios, así como en la guerra, la astucia está permitida; se encuentra la misma avidez en profesiones que deberían estar preservadas de ella por la distinción y la solidez de los estudios que exigen. A un abogado que trata a destajo la defensa de un proceso y se arroga, tras ganarlo con artimañas, lo mejor entre los despojos de la parte contraria, no lo alcanza ni la ley ni el rigor, más saludable aún, de la opinión; simplemente se lo mira como a un muchacho despierto. En cambio, quienquiera se halle convicto de profesar un insolente desprecio por las riquezas  y deje pasar una ocasión de tráfico que le venga a las manos, sin recoger los beneficios, se arriesga mucho a que lo tachen de zonzo. Honra de la naturaleza humana es que esta indulgencia general por los perseguidos de la fortuna no impide encontrarse con personas que aman la probidad como los gatos la limpieza, por sí misma. La República Argentina atribuye gran importancia a elevar el nivel de la instrucción y se ha tenido la cordura de poner dos veces seguida a su cabeza presidentes que se titulaban ellos mismos “educacionistas” antes que políticos. La enseñanza, que es gratuita en todos sus grados, desde hace diez años ha sido la preocupación mayor de los jefes de Estado. Pero sería necesario no olvidar que la educación, tan ampliamente difundida, debe tener por fines al mismo tiempo que disipar la ignorancia, reaccionar contra las aspiraciones rastreras de ese medio mercantil. La pasión por la ganancia y los hábitos morales que desarrolla pueden producir la efímera prosperidad material de una aglomeración de mercaderes, no el florecimiento de las virtudes que son no solamente la honra de los pueblos sino su verdadera fuerza. (Págs. 116, 117, 118 y 119)

Nada que agregar al texto transcripto, habla por sí solo, pero si se puede completar con algo más que el autor cuenta (y reflexiona) a partir de la mera observación en como funcionan las cosas “a la manera argentina”.

Previamente, fueron apartados “caballos de reserva” que sólo se usarían en las ocasiones importantes. Y algo mejor aún: a cada soldado se le asignó un caballo de cuyo uso estaba dispensado en las faenas ordinarias y que podía cuidar a su gusto. A esos caballos se los llama “orejanos” porque tienen ambas orejas intactas. Eran niños mimados de los campamentos y los fortines y sobresalían por su buen aspecto con relación a los infortunados “caballos de andar”, tan martirizados como de costumbre. No hubo en esto sino un progreso parcial y precario. La distribución se hizo a la manera argentina, es decir, mal: la arbitrariedad se mezcló a la liberalidad. La adjudicación era revocable, y los soldados lo sabían; como aquellos caballos tenían marca india, lo que a la postre era como no tener ninguna, pues tierra adentro no existían propietarios que pudieran reclamarlos, adquirirán un valor comercial. Sus casuales dueños preferían, según decían, perderlos a conservarlos; perderlo significaba venderlos, y se los ofrecían por mísero precio a cualquier comprador que estuviera en condiciones de llevárselos lejos. Los despachantes de bebida instalados en los campamentos no dejaron de aprovechar la ganga. A fin de disminuir el abuso, se hizo mucho gasto de vigilancia, inútil y estorbosa, aunque hubiera sido más sencillo cortar por lo sano con una buena reglamentación y una marca personal. (Pág. 143)
                                                                                                                                                                                                                                                                                                       

Había marcado mucho más para comentar, temas urgidos de este libro, pero se extiende mucho, por ejemplo sobre el fortín Aldecoa (pág.56), sobre ruinas jesuíticas (pág. 109), sobre como se jugaban la vida algunos soldados por coraje o imprudencia frente a los indios (intro. y pág. 58), las hambruna y las condiciones de los indios prisioneros (pág.179En una tribu, quien no tenga una asombrosa capacidad de resistencia muere joven. Es la lucha por la existencia en todo su rigor.” o “Durante seis meses, ningún fracaso los hizo cejar; o, más bien, el hambre que comenzaba a hacerse sentir entre ellos los empujaba adelante y contra todo.”). Otra anécdota impactante es la del capitanejo Railef y su esposa, una cautiva cristiana, el subteniente resucitado, y toda la historia que cuenta hasta el final del capítulo. (Págs. 180 y ss.)

El fragmento que sigue está relacionado con la guerra.
“Entonces cuando los soldados de línea avanzada se lanzaban a la caza. En vano los indios se fraccionaban en grupos pequeños, se deslizaban durante la noche de hondonada en hondonada y se volvían invisibles; siempre dejaban en la travesía algunos de los suyos y una parte de sus cabalgaduras. Yo tomé parte con frecuencia, durante los tres primeros meses de instalación, en esta caza al hombre, bastante monótona por lo demás y que solía caracterizarse por repugnantes episodios. Un indio auxiliar nos trajo cierto día, suspendida de la montura, la cabeza de un salvaje que, hecho prisionero, había tratado de apuñalar al soldador que lo llevaba en ancas.
– “Eso casi me dio rabia –añadió el indio– y aquí lo tienen.” Con la mayor sangre fría del mundo arrojó la cabeza a nuestros pies. El acto de desesperación del indio muerto era naturalísimo: sabía que al llegar lo pasarían por las armas.
En la pampa no se toman prisioneros. A los indios se le aplican con todo rigor las viejas leyes militares españolas sobre bandidos y salteadores de caminos. Ya es un rasgo de humanidad fusilar a uno de ellos en lugar de infligirle la espantosa muerte a lanzazos. Cada parte acusa a la otra de haber impreso a la guerra su carácter despiadado, y da pena agregar que, según testimonios imparciales, habrían sido los cristianos quienes dieron primero el triste ejemplo, en nombre de las antiguas ordenanzas de Castilla. Sin juzgar estas ejecuciones sumarias desde el punto de vista moral, se puede afirmar que desde el punto de vista práctico son una torpeza. Las guerras sin cuartel, las guerras de exterminio, no sólo son las más bárbaras, sino también las más empecinadas y peligrosas.” (Pág. 111)
Como escritor podría encajar en la corriente naturalista, que sería aquí lo que fue el realismo en Europa. El autor describe la realidad que vive, la cuenta desde muchos aspectos distintos, exponiendo sucesos agradables y desagradables, pero he notado que muchas veces le leo una crítica hacia los más poderosos, busca ponerse del lado de los más miserables o vulnerables, a pesar que él mismo iba con los “poderosos”, aunque también criticaba los excesos de los más débiles. En el fragmento anterior cuestiona la guerra sin cuartel, desde el punto de vista táctico ¿qué podemos intuir que pensaba desde el punto de vista moral frente a estos “repugnantes episodios”? cuando uno lee el libro en su totalidad, se entera que practicaba un humanismo desde su lugar, no podía evitar la guerra y los conflictos, pero iba tomando notas para dejar una crónica de los hechos con su mirada, y no se privaba nada si los cuestionamientos iban para los unos o para los otros, tenía cierta mirada “superior” en cuanto al concepto de “justicia”, y parado desde allí arriba no perdía el tiempo en describir hechos y marcar, lo que hacen estos y aquellos está mal, hoy día más de 120 años después, lo leemos y es difícil no compartir su mirada.


Voy cerrando este comentario sobre el libro Adolfo Alsina y la ocupación del Desierto. Relatos de la frontera. Escrito por Alfred Ébélot. Recomendado para leer a quien le interese el tema, o los temas tratados. Está repleto de anécdotas, muchas descripciones de época y de ambiente, aborda mucho, le pone dinamismo a la crónica, o relatos que cuenta. Cuando se lo lee, puede ver la honradez e integridad con la que se maneja el autor, sigue una línea de rectitud y decencia que se visualiza cuando trata aspectos irritantes. No era un desorientado, tenía su propia guía como para no actuar como un improvisado, era un profesional, ingeniero, pero amaba la literatura y al mismo tiempo parecería que vivía su contratación como una aventura que luego llevó al papel. En cierta parte del libro habla de los baqueanos (Págs. 160, 161 y 162) y cierra la historia con un Por cierto, el indio y el gaucho tienen una brújula en la cabeza. Es un instinto especial, completamente análogo al que, a través del aire, marca su ruta a la paloma mensaje; es un privilegio reservado a la vida salvaje. La civilización oblitera esta facultad.



Referencias.
1. https://es.wikipedia.org/wiki/Alfredo_Ebelot
2. https://fr.wikipedia.org/wiki/Alfred_%C3%89belot
3. https://fr.wikisource.org/wiki/Auteur:Alfred_%C3%89belot
4. https://es.wikipedia.org/wiki/Zanja_de_Alsina
5. https://es.wikipedia.org/wiki/Ricardo_L%C3%B3pez_Jord%C3%A1n
6. https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_%C3%91aemb%C3%A9

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