lunes, 13 de octubre de 2014

La larga agonía de la Argentina peronista.

La larga agonía de la Argentina peronista de Tulio Halperin Donghi.

Editorial: Ariel. Año: 2006 

No me voy a detener en hacer un resumen detallado del libro. Voy a dar mi opinión personal sobre el mismo. El libro de por sí es breve. Breve pero no de fácil lectura porque hay que comprender muchos temas y sucesos que el autor menciona pero no detalla. Es complejo, el autor tiene una capacidad extraordinaria de síntesis, pero al mismo tiempo se vuelve complejo entenderlo.
Es por esto que no es un libro propiamente de historia, aunque escrito por un historiador, no cualquiera, un historiador de renombre. El autor expone su reflexión desde un punto de vista muy particular, es directo y utiliza muchísimo el sarcasmo. Inexorable, riguroso, severo y hasta cierto punto algo cruel el autor hace su crítica durante este período peronista, digo peronista porque lo termina con la hiperinflación y los tiempos que comienzan.
En la contratapa del libro, el fin de este período, pareciera ser el fin de la “revolución peronista” que estaría dando paso a los nuevos días que están por venir. Estos nuevos días ya han venido y han pasado, hace veinte años y sería bueno poder tener una nueva reflexión del autor.
Encontré un reportaje al autor hecho en el año 2008 para el diario La Nación http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1048747 y voy a transcribir lo que me pareció interesante porque se relaciona con el libro:

-Sin embargo, en su libro La larga agonía de la Argentina peronista aparecía otro desenlace. La hiperinflación de 1989 parecía ser el final de un ciclo, el final de esa sociedad peronista. 
-Claro, yo ahí me refería a la agonía de la sociedad peronista, que debió ser el título del libro. Porque yo creo que el peronismo sobrevivió deshaciendo la revolución peronista. Fue lo que hizo Carlos Menem. Esta Argentina que vivimos hoy es una especie de antología del pasado peronista con música setentista y prosa frondizista.
-Contiene también algunos rasgos de los que usted recuerda del peronismo de los años 50, esos ribetes ridículos de los que hacían proezas en natación para que Perón aceptara ser reelecto 
-Sí, pero aquel era un absurdo más legítimo, es decir, era gente que estaba inventando algo. En cambio ahora no hay esa dimensión.

Parece que ya se refiere al peronismo como tal sino a la sociedad misma, una crítica a la sociedad argentina, con la influencia innegable que tuve el peronismo en ella, influencia e injerencia.

Rescato que habla mucho de la violencia política que la va describiendo a lo largo de libro como una de las características observables de la sociedad.

Me parece que es una línea que sigue como eje, la crítica del ataque al sistema democrático. A esto le pone especial énfasis a lo largo del libro.

“La experiencia política inaugurada en 1955 inflingió a esas tradiciones golpes tanto más graves, porque quienes lo asestaban habían comenzado por proclamarse sus vengadores y restauradores. 
Luego de la etapa de falseamiento electoral sistemático abierta en 1931, y de la que desde 1946 utilizó el restaurado sistema electoral para dar base plesbicitaria a un autoritarismo cuyo estilo debía mucho al de los totalitarismos europeos, la que se abrió con el derrocamiento de Peron iba a explorar todavía un tercer modo de desvirtuar la democracia representativa, esta vez mediante la redefinición continua de los términos en las cuales era autorizada la competencia electoral”.
(Págs. 49-50).


“No solo las fuerzas políticas que rivalizaban en buscar el apoyo de la ciudadanía, sino ésta misma supo adaptarse con extrema rapidez a una situación que solo aseguraba eficacia política al ejercicio del sufragio –cuyo veredicto inapelable, de acuerdo con la ya moribunda fe cívica heredada, abría el único acceso legítimo al poder- al precio de reconocer que su papel era ahora distinto y más modesto".
(Págs. 51).


De este último párrafo me llamó la atención el concepto de fe cívica como experiencia política y su adaptación al los cambios reinantes. El concepto de fe cívica lo retoma en otras oportunidades más adelante.

Al libro para entenderlo hay que terminar de leerlo, no se puede hacer un análisis cuando se va por la mitad. Pareciera que la extinción del peronismo como revolución social comienza con la dictadura del 1975 para el autor, luego de fracasar el supuesto despegue y haber dado inicio a la agonía. De una manera franca y con mucha causticidad el autor describe el desmantelamiento del Estado peronista. El sindicalismo tenía cada vez menos injerencia y la clase obrera peronista había sido tan empobrecida que casi desapareció. Los cambios afectaron a la clase media, que habiéndose mantenido sólida permitía la país seguir adelantes pese a los altibajos.

Otro tema es el del sufragio, que con la proscripción provocaba intranquilidad y angustia, aunque aparece Peron viéndose favorecido por la cuestión electoral, sin desmerecer la astucia con la que manejó todo ese período.

En menos de dos páginas lo explica con suma claridad; las voy a transcribir:

“Aunque  sus rivales nunca le iban a perdonar esa instrumentación desenfadadas de las nuevas reglas del juego político, ya entonces no renunciaban a manipularlas más discretamente en su propia ventaja: así pudo verse a una administración militar fieramente antiperonista abandonar momentáneamente la represión frontal del movimiento derrocado en beneficio de sus militantes más intransigentes, que encontraron inesperadas facilidades para difundir su mensaje hostil a la participación en comicios en los que no se concedía acceso legítimo al partido que había sido mayoritario. Desde luego, la tolerancia ocasionalmente acordada a esa prédica desafiantemente subversiva  se debía a la esperanza de que ella mejorase las perspectivas electorales de la fracción radical entonces más cercana al régimen militar.
No es sorprendente entonces que mientras esa fracción, definida por su lealtad a una fe cívica desmentida a cada instante por los hechos, pareciese cada vez más cercana a transformase en un fósil político, el peronismo, en cuyo daño se había introducido ese laberíntico sistema de manipulación del sistema electoral, recuperase gradualmente su perdida lozanía. Sin duda no puede ignorarse lo que contribuyó a ello el resucitado genio táctico de Perón, que recobró y pronto superó los ya deslumbrantes niveles alcanzados durante su irrupción política de 1943-46: sino siempre se advierte hasta que punto fue magistral su desempeño luego de 1955, es por el éxito que alcanzaron sus esfuerzos por disimular un hecho que sin duda advertía muy bien, a saber, que en ese nuevo contexto el peronismo había dejado de contar con la mayoría absoluta de los votantes.”
(Págs.52-53).

A pesar de estos altibajos, la representatividad del peronismo no estaba en problemas, nunca estuvo en problemas mientras existió la figura de Peron. Yo diría que esto continúa siendo así a pesar que el líder peronista ya no está.

“Puesto que esa representatividad no estaba en tela de juicio, cualquier resultado electoral que no la confirmase sería por hipótesis defectuos.”
(Págs.54) 

Esta última frase no perdió nada de vigencia, a pesar de los gobiernos democráticos no peronistas.

Al volver sobre el concepto de fe cívica, pareciera que le marca como el comienzo de su agonía con el proceso abierto hacia 1955 y consolidado luego en 1966, al menos pareció darle fin a la fe cívica tradicional para reemplazarla por otra, ya más violenta.

La conclusión luego de leer el libro es que resulta muy interesente, aunque algunas veces puede ser necesaria la relectura de algunas de sus páginas. Es un libre breve pero de lectura difícil. Aunque uno no se lleva la mejor impresión cuando en dichas páginas está leyendo su pasado, que de una u otra manera somos parte en este presente, nos está comunicando su intervención en nuestro presente.

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