miércoles, 20 de agosto de 2014

Estupor y Temblores.

Allá por el año 2008 leí el libro Estupor y Temblores. Su autora es Amélie Nothomb. Es un libro bastante cortito que se lee rápido. No está nada mal. Para una tarde en la que uno está un tanto aburrido, se lo puede leer. La autora estuvo trabajando un año en una empresa japonesa, ella era extranjera, y nos cuenta lo que fue ese año de trabajo, todo lo que vivió. No la pasó nada bien, era sometida a muchas humillaciones, humillaciones que los japoneses veían como algo natural. Es como que intenta trasmitir el choque de culturas diferentes, o al menos de diferentes formas de comportamiento y de trabajo. Creí ver dos mensajes al final del libro, uno de ellos me dice que el libro fue el resultado de una especie de venganza, que la autora tuvo con respecto a la empresa, mientras pasaba todo el sufrimiento nadie se enteraba, ahora la situación es la inversa y le cuenta al mundo lo que fueron ese grupo de japoneses, pero cualquiera podría asociar ese grupo con el conjunto de la sociedad japonesa, y no se hasta que punto puede estar errado; el segundo mensaje va por el objetivo que la autora se puso por delante y logró con creces, algo así como una auto-superación, de demostración a ella misma lo que valía, en este caso como escritora, como un éxito personal. Hay parte que realmente son para sacar a cualquiera, o por lo menos yo no las comprendo, actitudes que ella cuenta como si fueran normal en cualquier empleado, aunque me parce que se pasa de la raya, y en algo tenían razón sus superiores, pero claro, la respuesta no era la mejor, era de lo peor, y ahí está bien la autora en hacer esta especie de denuncia, al describir los acontecimientos. Hay parte que suenan con algo de histeria, y en otras se ve que habla con algo de bronca, pero es lo que me pareció en mi lectura del libro. Es llevadero y está bien redactado. A este libro llegué por una recomendación de una profesora, al comentar una costumbre que se describe en el libro, la costumbre de los japoneses de tragarse los mocos y no escupirlos cuando se tiene catarro. En un par de pasajes es durísima pero con delicadeza. Me quedó la duda si utiliza nombres ficticios o son los nombres reales, lo busque en Internet, pero no encontré nada la respecto que me resuelva esta inquietud.

Un fragmento del libro:

Entraba en el siglo. Puede parecer extraño que, tras mi ataque de locura, las cosas volvieran a la normalidad como si nada grave hubiera ocurrido. Es cierto que nadie me había visto correr desnuda por los despachos, ni caminar sobre las manos, ni pegarle un revolcón a un honesto ordenador. Pero, de todos modos, me habían encontrado durmiendo bajo el contenido de un tuvo de basura. En otro país, me habrían despedido por semejante conducta.
Aunque no lo parezca, existe una lógica en todo este asunto: los sistemas más autoritarios suscitan, en las naciones que los aplican, los casos más sorprendentes de desviaciones –y, por eso mismo, una relativa tolerancia respecto alas excentricidades humanas más apabullantes-. No sabemos lo que es un excéntrico hasta que conocemos a un excéntrico japonés. ¿Había dormido bajo los escombros?. Estaban curados de espanto. Japón es un país que sabe lo que significa “volverse loco”. 
(pág. 68-69)


Nuevas palabras que voy conociendo :

Rapapolvo : 1. m. coloq. Reprensión áspera.

Ergástulo : (Del lat. ergastŭlum).1. m. Lugar en que vivían hacinados los trabajadores esclavos o en que se encerraba a los esclavos sujetos a condena.

Criptomerias : La palabra criptomeria no está en el Diccionario.
Criptomeria o cedro japonés (Cryptomeria japonica) como Bonsai.

Gineceo : (Del lat. gynaecēum, y este del gr. γυναικεῖος).
1. m. Departamento retirado que en sus casas destinaban los griegos para habitación de las mujeres.
2. m. Bot. Verticilo floral femenino de las plantas fanerógamas, constituido por uno o más carpelos, que forman el pistilo.

Marshmallow : Es lo que se conoce como Malvavisco. Se llama malvavisco a una golosina que, en su forma moderna, consiste en azúcar o jarabe de maíz, clara de huevo batida, gelatina previamente ablandada con agua, goma arábiga y saborizantes, todo ellos batido para lograr una consistencia esponjosa. La receta tradicional usaba un extracto de la raíz mucilaginosa de la planta de malvavisco, un arbusto, en lugar de gelatina. El mucílago actuaba de antitusivo.

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