martes, 20 de abril de 2021

Caminata 6,16km. 66min. Libros encontrados.




Una nueva caminata con objetivo cumplido. No había tomado fotos, ni había visto nada interesante hasta que me sucedió algo inusual. Iba caminando por la Av. Santa Fe, y veo a un muchacho joven, supongo que tenía menos de 20 años, que, cruzando la vereda, caminaba con una pila de libros atados y lo llevaba directo al contenedor de basura. Mis ojos se dirigieron directo al contenedor y veo que ya había dejado dos pilas de libros prolijamente atadas. Me acerco rápidamente y le pregunto al muchacho algo que era casi evidente –¿Los estás tirando?, para mi sorpresa me contesta –No, no, los dejo al lado del contenedor. Es a lo que me refería en una anterior entrada al blog, mucha gente busca deshacerse de libros pero la carga emocional les impide aceptar que los están tirando o en el hecho de deshacerse (tirarlos) hacen lo posible por dejarlos de tala manera “protegidos” (bolsas, paquetes, o como en este caso, atados) como para que se los lleve otra persona. –Bueno, los veo y me los llevo le dije. –Gracias, ahora traigo los otros. Miro hacia la entrada del edificio y veo varias pilas más. En total resultaron ser siete pilas de libros, que sumaban alrededor de 80 ejemplares. En ese mismo momento pasaba caminando una persona de las que viven en situación de calle, venía con un carrito de compras, y el clásico fierro con punta en L, y se pone a ver la primera de las pilas de libros, que era la que también estaba viendo yo. Estaba dispuesto a dejarle esa pila y quedarme con las demás en caso que reclamara, pero miró el primer libro que tomó y por suerte para mí, perdió el interés en los demás y siguió su camino. No sé si se reconoció haber “llegado tarde”, o si pensó que podría generarse un conflicto, o si realmente no le interesaban los libros y no se daba idea de venderlos o intercambiarlos por algo, o si me estaba midiendo a ver que reacción tenía al verlo meter la mano en la pila de libros, o lo que fuere, lo cierto fue que el señor por su propia cuenta se mostró desinteresado y siguió su camino. Mientras el muchacho que dejaba los libros, en el momento que iba a buscar las pilas que faltaban, es abordado por dos señoras que le preguntan porque sacaba los libros o de quien eran los libros, no se escuchaba bien por el ruido de la calle, a lo que el joven contesta –Eran de mi abuelo. Conjeturo: tal vez su abuelo falleció recientemente, o quizás fue a un geriátrico, o por ahí decidió deshacerse y le pidió a su nieto que los saqué a la calle si no los quería para él, o quizás el abuelo falleció hace mucho y la biblioteca quedó olvidada hasta que decidieron desprenderse de ella, o tal vez fue solo una excusa y ni siquiera eran de su abuelo y el joven salió del paso con esa respuesta convincente. Una vez que el muchacho dejó todas las pilas de libros, saludó y se regresó al edificio. Yo seguía estando ahí parado y pensaba la manera de llevarme las siete pilas. Hasta cuatro podía llevarme juntas, dos en cada mano, pero me sobraban tres. Se me ocurrió que juntando las dos manos podía sumar una quinta pila apoyada al hombro, descarté la idea porque perdía dos pilas. Otra opción, era volverme caminando de a metro, pasando pila a pila metros a metros, iba tardar un poco, caminar el doble y hacer mucho ejercicio levantando libros. Era la opción más favorable y en eso veo un cartonero que deja el carro y se mete a mirar dentro del contenedor al lado donde estaba con los libros, sin pensarlo le pregunto si me ayudaba a llevar los libros un par de cuadras y asiente diciendo dale, vamos, así que empecé a cargar las pilas al carro, y me ayudó a subir las dos últimas luego que terminó de acomodar sus cajas desarmadas. Le dije una cifra que le iba a pagar, y se rió, creo que me hubiera ayudado gratis si no le decía nada, inmediatamente le dije el doble de la cifra, estaba bastante bien, más que la paga de una hora de trabajo estándar. Le indiqué, giró le carro y regresó por donde había venidos unas tres o cuatros cuadras, en el camino se va cruzando con un par más de carreros que venía detrás de él, con sorpresa algo le dijeron, supongo que debido a que estaba regresando por donde ya había pasado o no sé qué, no sé si se reparten las calles, o como funciona su sistema. Lo cierto es que llegamos, descargué los libros, él me ayudó y cuando estaba bajando la última pila el carrero se iba. Lo alcancé y le pagué, le di seis veces más lo que le había ofrecido, que era todo lo que tenía en ese momento. Y empecé a entrar los libros dando por finalizada la caminata del día. De entre los textos, se destacaba una colección prácticamente completa, la Biblioteca Argentina de Historia y Política, con muchos ejemplares interesantes, estaban en muy cuidados, algunos de ellos ni siquiera había sido sacado de su plástico protector. Los revisaré, los separaré y los guardaré en mi biblioteca sumándolos a los que ya tengo.


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