martes, 16 de septiembre de 2014

Burlón.

Aquél me levanté tranquilo, en realidad ni siquiera me había acostado a dormir, así que lo correcto sería decir el día de ayer me levanté tranquilo. Era el día que tenía que terminar lo que me había propuesto hacía cuatro meses atrás, o me dejaba a la suerte (que no me acompañó) o cumplía mi propósito. Para entonces había cumplido con todas las formalidades, pero nada de contenido, me había despreocupado todo, me dediqué a lo seguro, con sus pro y sus contra, a lo que uno sabe que va a tener sus frutos, a lo que no te van perjudicar si te esforzás, por mínimo esfuerzo que sea. El caso de ese día era todo lo contrario, no había nada bueno que rescatar. El día que me asignaron el curso esperaba que la suerte me acompañe, y la suerte me dio nunca apareció. Me asignaron al que quería evitar. El peor individuo de todos aquellos que componían la cátedra. Ese mismo día me propuse seguir al final, que me aplacen y cursarla por otra vía. Lo comenté a un amigo, más adelante en el transcurso del tiempo, y luego antes de conocer la primer nota, lo comenté a una compañera. Ya tenía esa idea, ahora solo quedaba trabajarla hasta efectivizarla. Nunca me preocuparon las notas, y si eran malas, notas bajas, aplazos, mucho menos, no vivo para ninguna nota, no me estigmatizan (término que actualmente está en boga). Una noche maratónica fue la que me llevó completar el material a presentar, todo aquel material que debía haberlo ido completarlo durante la cursada, y unas tres o cuatro horas preparar el alegato final. A este último fue al que le dediqué más esmero, porque el mensaje tenía que ser claro y que les llegue a quienes me iban a evaluar. No me importaba nada, nada más que dejarlos al descubierto de su fracaso como educacional. Tocarles su patético orgullo. Y ahora que lo veo en frío me salió tal cual lo imaginé. Fui tranquilo, ¿de qué me iba a preocupar si no me jugaba nada? Solo podía desear tener algo de suerte y nada más, la regla era desaprobar y la excepción era aprobar. Por esas cosas que siempre suceden, que uno no sabe el porque, quien en principio me iba a evaluar no lo hace y se produce un cambio de carpetas, me terminan evaluando otros “profesores”. Así se llaman, se los llaman, aunque algunos no lo merecen, pero allí están. ¿Qué docente se digna a evaluar alumnos de un curso que no conoce cuando al comienzo de las cursadas asignan a cada curso un determinado docente? En esta cátedra abundaban estos descarados, era la manera de proceder y ya tenían años de experiencia. Uno sabía donde se metía.
Aunque siempre tuve la sensación que quien me iba a evaluar había leído el expediente, se lo habían pasado, y por alguna razón habían seleccionados a unos y otros, quizás por el tamaño, no lo se, si se que quien me debía tomar era quien estaba mencionada, sin nombrarla, por sus falencias. No importa, me llamaron, me senté, y se habían leído toda la carpeta, habían seleccionado dos hojas, y me habían marcado un par de puntos, trabajaron de más porque ni siquiera llegaron.
Yo tenía bien en claro que tenía que llevarlos a mi terreno, como sabía que iba a desaprobar y no me importaba, tenía que lograr de una u otra manera que ellos queden mal consigo mismos al darse cuenta de su propio fracaso como educadores con su particular método, todo esto aunque no lo demostrasen (por si algo de dignidad tenían en su haber, porque cualquiera que se presta a estos procederes en una Universidad, o bien es un psicópata, o bien no tiene el más mínimo interés en educar sino en cobrar, y para cobrar, hay que presentarse a “evaluar”).  Para este momento venía con cierta tranquilidad de haber aprobado las demás materias, y no con lo justo, así que ya estaba satisfecho conmigo mismo. Tenía que hacerlos quedar mal, demostrarles que no me interesaba en absoluto nada de lo que hicieran, pero para esto ellos tenían que entran en mi juego, sino ya perdía antes de empezar. Traté sobre todo de no mostrarme nervioso, creo que lo conseguí, ir con total tranquilidad, tampoco el otro extremo, de estar acelerado. Puse las dos manos separada sobre la mesa, me senté derecho, y cuando hablaba hice un par de movimientos con las manos, incluso pedí el expediente, busqué, me manejé con tranquilidad con él. No les levanté la voz, como mi vos es baja, y al profesor que hacía las veces de malo tenía dificultad para escuchar, eso le molestaba un tanto más, incluso hizo bajar la voz a los demás que estaban evaluando, que eran tres alumnos más con seis profesores, todos en la misma aula. En está cátedra es así, van más “docentes” que alumnos, arman tribunales de dos o tres, y comienzan con prácticas propias de policiales, uno hace las veces de malo y otro de bueno, tan patético como eso.
Estaba sentado en el asiento de los profesores, y podía verlos a todos que estaban a lo largo de un par de bancos contra la pared, incluso los dos que me evaluaban a mi no veían a los demás, porque estaban de espaldas a los otros. Así que me hacen algunas preguntas, empiezo a dar vueltas, eran tendenciosas, y yo que respondía en general, me dicen que busque un punto que ya previamente había mencionado. Antes de preparar mi expediente, había separado lo que venía junto.
Es decir, que eran dos Resoluciones y fotocopiadas estaba las dos juntos con el resto del material, por esa costumbre que tengo de separar todo, las había vuelto a fotocopiar, está vez, bien fotocopiadas y por separado, y así las agregué. Como ahora tenía que responder mal así me iba rápido, observo la Resolución sobre la que me pregunta y empiezo a buscar la respuesta en la otra Resolución, empiezo a dar vueltas sobre ese punto, estos señores sabían la respuesta, y sabían que mis respuesta eran equivocadas, y por mi parte les leída textual y mi respuesta era correcta pero a una pregunta inexistente, hasta que la profesora que hacía las veces de buena se da cuenta y me señala que estaba en la Resolución equivocada, bien, pasó me disculpo por mi “error”. Superado este punto, pasan al segundo, me pregunta por un fallo, les comienzo a responder teóricamente y ellos querían los hechos, les empiezo a hablar de los hechos a medias y les digo como fue resuelto el otro fallo que acompañaba a ese, ya miran con cara de pocos amigos, frente al error, y ahí les digo que me confundí con el otro fallo. Ya esperaba me dijeran que me vaya pero tenían voluntad de seguir. Lo que siguió después fue fantástico. Me preguntan por mi parcial, o no lo habían visto o lo habían pasado por alto, o se hicieron los descuidados, lo cierto es que el parcial no estaba señalado como lo demás, lo empiezo a buscar hasta que lo encuentro. Me preguntan por la nota y les contesto. Resulta que tenía dos notas para una solo examen. Se sorprenden y me preguntan si había pedido revisión de examen, les contesto que no y me preguntan porque tenía dos notas, les respondo que fue lo que sucedió en el curso, me piden la mejora y les digo que no la hice. Y ya empieza a hacerse el molesto el que hacía las veces de malo, y comienzan a indagar por las mejoras, yo tenía una sola hecha de las como cinco que había que realizar, le digo que no las había hecho, que había cumplido con los requisitos formales, que no eran obligatorias. Le abro de una pasada el expediente ojeándolo y le digo que no había hecho ninguna, dándole a entender que como que no lo había visto cuando lo miró o se hacía el distraído. Me pregunta que había hecho mal y que haga la mejora en el momento, la mujer que hacía de buena miraba callada y el individuo que hacía de malo hace el comentario que esperaba, pero usted así no está para aprobar y sí, tiene razón, estoy de acuerdo con usted, alcanza a decir “pero le faltan las mejoras”, lo corté y le digo de la incoherencia “mi curso-ellos evaluando” y le digo que tiene razón, que no estaba aprobar, la profesora miraba con cara asombrada, le vuelvo a recordar que no estaba para aprobar, que él tenía razón, mirando fijo al profesor (hasta ahora, en la mayoría de las veces, salvo contadas excepciones, miraba a la profesor e ignoraba por completo la existencia del otro profesor), entonces interviene la profesora, y me dice que si pensaba recibirme (exactamente ¿qué te importa? voy a aprender, no a perder el tiempo con dos matones de esa cátedra), y le contesto que algún día me iba a recibir (efectivamente sucedió), me dice que bueno, que estaba ahí para aprobar la materia (la verdad que no, estaba ahí para desaprobar y cursarla en otra opción y si aprobarla, pero nunca ahí con dos miserias como las que ofrecía dicha cátedra para “enseñar”),  el digo que no, que ya había patinado dos veces, que tenía razón el "profesor"  y es el momento en que al profesor le cae la ficha, alcanzó a decir algo así como “pero, ah…” (el momento del click cerebral al al matón de la cátedra, una cátedra que se nutría de esta gente, a los profesores se los encontraba en las otras cátedras y había disponible más de 8 cada una con no menos de 15 o 16 profesores por comisión) y ahí se quedó inmutable, la mujer sonrió y el profesor dijo “bueno listo”, les pregunto si me podía llevar el expediente, me dicen que si (¿y para que lo querían? ¿para qué lo iban a querer que no fuera molestar a los alumnos? Pocos que llegaban a esa instancia), me devuelven el folio con el que lo tenía, me tomaron el nombre, los saludé y me fui. Fin.
Imagino, que esta dupla, como los restantes matones de esta cátedra, cuyo titular nunca aparece por ningún curso, pasaron a fin de mes a cobrar su salario, a pesar que no enseñan, fastidian, son anónimos, cobardes, gente que es mejor tenerlas lejos que cerca.
A como lo entiendo yo, profesores que desprecian la educación, no aprendí nada en la cursada en dicha comisión, y al final, lo podría haber pasado tranquilamente, con una noche dedicada a hacer todo lo del curso, estaba más completo que la mayoría de los que rendían, estos sujetos solo van a cobrar un sueldo, a mostrarse como los exigentes, a tratar mal a los alumnos, pero de enseñar, bien gracias, que se guarden el aplazo, el orgullo, su triste vida. No me costaba nada aguantar un poco que me sobren e irme aprobado, pero no me interesó. A fin de cuenta, la materia la aprobé, no sin antes aprender, y la cursada en dicha cátedra resultó en una pérdida de tiempo con estos inservibles a su cargo. La próxima vez ese pobre diablo lo va pensar dos veces, como el que dictó la cursada que “misteriosamente”, cambió su actitud de “malo” a “bueno”, son resentidos, canallas. En algún momento, todo vuelve y allá ellos, para ellos Siembra vientos, cosecha tempestades. Para mí, como decía una conocida sor, Presevera y triunfarás.

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