sábado, 19 de octubre de 2019
7 Convención Internacional de Coleccionistas Coca Cola.
Hace más de diez días atrás, habíamos visto el cartel en La Rural, que anunciaba el evento de los coleccionistas. Cinco días después, regresamos por allí y volvimos a ver el cartel que da cuenta del evento. ¡Un evento para coleccionistas! ¡Qué bueno! Fue la primera sensación. Pero esto no era tan así, tan general. El cartel nos indujo a error y no supimos entenderlo. De hecho, dimos por supuesto que el “coca cola” del cartel era el sponsor, que lo pudo ser (o no, no lo sé), pero la carencia de un “de”, es decir, un “coleccionistas de”, nos confundió con un evento de coleccionismo en general. Todos, o casi todos, los eventos están sponsoreados, y al ver el cartel, implícitamente lo dimos por hecho, no obstante nos equivocamos, este era un evento puntal orientado solo a coleccionistas de todo lo que tenga que ver con Coca Cola. 7 Convención Internacional de Coleccionistas Coca Cola.
Igualmente no lo dejamos pasar y entramos a visitarlo. Entrada gratuita. Naturalmente prevalecía el color rojo en todo el salón donde se ubicaban los stand, cada uno de ellos conformado por una mesa donde se distribuían los 75 coleccionistas expositores que vendían sus objetos de colección. Fuimos un par de las 14000 personas que visitaron la convención durante las 7 horas duró la misma.
Podías encontrar de todo, latitas, botellas, llenas y vacías, almanaques, llaveros, autitos, ceniceros, diversos juguetes, etc…
Los precios de los productos arrancaban a partir de los 50 pesos y se iban hasta unos cuantos miles, por ejemplo, paramos en un stand, al mismo tiempo que otros visitantes mirando una colección de ositos de coca cola. Uno de los otros visitantes consultó por el avioncito, preguntó si funcionaba, la mujer enseguida lo accionó y efectivamente se movía, entonces el visitante preguntó el precio, $75000 y ahí se fue. La mujer acotó para los restantes que estábamos allí, que había vendido un carrusel de la misma colección en $40000. Evidentemente hay gente que paga esa cantidad por esos juguetes. ¿Lo hacen por gusto? ¿por completar una colección incompleta? ¿para regalar? ¿Cómo inversión para revenderlo a futuro o en el extranjero? Las motivaciones pueden ser muchas, se me ocurre realizar algunas comparaciones, aquí no estamos con objetos selectos como puede ser una obra de arte donde algunos magnates pugnan con fortunas aunque el cuadro o pintura estéticamente y técnicamente sea una porquería, pero la cuestión pasa por otro lado, donde el magnate da cuenta de su poder económico, o de algún objeto único de carácter histórico que puede tener una alto costo debido a su valor cultura y este precio lo pueden afrontar instituciones o Estados, aquí no estamos en esos niveles pero pagar por un juguete algo más de un sueldo mínimo es elevado para gente de clase media, no obstante se paga, y algo motiva eso. No se me escapa que pueden suceder miles de situaciones, yo me quedo con lo que observo a simple vista sin indagar más allá. Puede ser que actúen mandatarios. Es claro que para llevar adelante una colección, de lo que sea, hay que invertir un dinero, para adquirir los productos y para conservarlos, como mínimo. Y a veces es difícil tener un precio de referencia, muchas veces porque son objetos únicos, o ediciones limitadas, de hecho, según leí una nota en un diario, un expositor decía que “ocultaban los precios para evitar que otros recorran y jueguen con eso”, es decir, para evitar que existan previos de referencia, supongo que funciona como un espinal, se tira y se deja, se espera que uno llegue y acepte el precio ofrecido, por más que sea alto, alguno llega y lo toma, después de todo el coleccionistas, no tiene necesidad de vender, ni mucho menos de vender rápido, si bien ejercen el comercio, muchos, tal vez la mayoría, lleva adelante la colección por hobby, y como es un mundo informal, no hay subastas ni tasadores, ni es una colección, como decirlo, “profesionalizada” como pudieran ser la numismática o la filatelia, que tienen algunos precios de referencias, reglas establecidas, publicaciones, estudios, etc…, este tipo de colecciones menos relevantes, presentan una línea difusa en cuanto a los precios, quizás solo delimitada por el oferente y sus propias condiciones (necesidad de vender, comparativas, apuros con la venta, obtención de ganancia, ausencia de tiempo, etc…)
En la parte de afuera, en un pequeño espacio, había unas mesas, y a cada lado, cercados por un vallado metálico, dos antiguos camiones de reparto de coca cola, pintados en amarillo. Desconozco marca y modelo, no estaban especificados.
Adentro del salón, había un par de latas gigantes, posiblemente inflables y un pequeño autito, un BMW Isetta modelo 1958 “tuneado” para la ocasión, en este caso, en un cartel ubicado en el techo del auto, se indicaba el dueño, un coleccionista. Lo habían cercado con algunos postes organizadores de fila con cinta, claramente para que se lo aprecie desde afuera, un límite entre el objeto y los visitantes. Pero como siempre pasa en este país, donde no se respeta nada, o un vivo es el que quiebra la regla establecida, puede ver como un sujeto cruzó la valla y acarició el auto, pegando la mano en él mientras pedida a la mujer que lo acompañaba que le tome fotos, y la mujer no podía hacerlo, llevaba un par de bolsas y algo fallaba en el teléfono, y el vivo ese, sin despegarse del auto, gritaba a daale, en pose adusta, esperando la toma. ¡Qué señor importante! ¡guarda! ¡qué hermosa foto obtuvo!. No podía faltar un patético personaje como este, no lo vi saltar las vallas metálicas que rodeaban los camiones afuera, pero mover un poste organizador y pasarse resultaba fácil, y una avivada como esa no se la podía dejar pasar.
Seguimos recorriendo el interior del pabellón Frers, y en un lado, una pequeña representación de un antiguo almacén, exposición permanente y muy bien lograda por la tierra que exhibían lo objetos ahí mostrados detrás del vidrio, o quizás no lo limpian nunca.
En una de las puntas del salón, había una representación del frente del predio de la rural y encima de esas grandes puertas, sobre la pared misma, decía museo.
Justo del otro lado una pequeña construcción encastrada en la pared con el cartel museo, un cartel agregado para la ocasión. En este espacio, habían colocado algunos objetos Coca Cola, la mayoría en exhibidores protegidos por vidrios.
En este juego de ambientaciones internas, una fachada indicaba Guardaropa Toilette, y justamente al lado se encontraban los baños.
El salón se completaba con una cartelera grande donde se señalaban cada uno de los años anteriores, este evento internacional que aquí en Argentina, en 2019 va por el 7mo, en Chile va por el 3ro y en Colombia por el 2do. De hecho, aquí en Argentina, ya se han organizado y conformado la Asociación Argentina Coca-Cola Collectors, en Colombia, por ejemplo, conformaron el Club de Coleccionistas de Coca-Cola, y así se van agrupando.
En una de las puntas del salón, también había una pantalla gigante donde pasaban un video de los preparativos del evento.
En el ingreso, había un grupo de personas del Comedor Comunitario Centro Cultural Virreyes, que recibirán donaciones voluntarias de alimentos no perecederos. ¡De haber sabido! Llevamos algo, pero no estaba indicado en ningún lado eso, al menos en los carteles grandes con la publicidad del evento no decían nada. Se podría haber cruzado un par de calles y volver, pero cuando uno tiene otros planes y se, es más difícil volver, o quizás se anunció por las redes sociales o los grupos de los coleccionistas de coca cola y el público en general que se acercó al evento a partir de los carteles en la vía pública quedó ajeno a esto y llegó con las manos vacías, y la verdad que llevar un par de paquetes de arroz o fideos no costaba nada, solo un detalla, había que estar enterado.
Justo antes de irnos, mientras sacábamos fotos, llegaron dos personas con algo, no recuerdo si era una caja o un par de conservadoras portátiles, y comenzaron a repartir botellitas, así que nos trajimos dos, con la publicidad de la 7 Convención Internacional de Coleccionistas Coca Cola. Algunos las conservan llenas (para coleccionar), y otros, como la mayoría, se las toma, que fue lo que hicimos. Y así concluyó la visita a este evento.
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