martes, 13 de abril de 2021

Caminata 5,6km. 62min. Biblioteca Libre.




Otro día de caminata diaria con objetivo cumplido.

Hoy compramos un oxímetro, aparato para medir el nivel de oxígeno en sangre. Si realmente es necesario o no, no lo sabemos, ¿tenemos algún miedo, o peor aún, algún pánico? No. El aparato es pequeño, y las noticias dan cuenta que se dispararon las ventas. ¿En quien confiar cuando lo que proviene del gobierno no es confiable? (al menos para muchos) ¿Hay que confiar en los médicos cuando te dicen que no es necesario comprarlo cuando hasta el los dicho de los médicos se ponen en duda, a menudo, en lo referido a la pandemia? Hay una realidad, está la medida en datos, que hasta los datos se pueden cuestionar, pero aún dándolos por cierto, los medios de comunicación y con información oficial dan cuenta del aumento significativo de casos covid, luego de haber estado estable la línea durante los meses veraniegos y parece que, esta situación, no se va a planchar sino que la línea seguirá subiendo, y la pregunta es ¿hasta cuándo? ¿Cuándo será el pico y comenzará a decrecer? ¿días o meses? Nadie lo sabe. Hay otro dato, casos graves, o casos serios, o casos con complicaciones, en muchos sino todos presentar el problema de la baja oxigenación en sangre. Hay otra cuestión, que salvo algunas particulares, a mayor aumento de casos, mayor probabilidad de contagiarse, y lo peor es que no se sabe muy bien a quien “le pega bien” y a quien “le paga mal”, pareciera que cuando más temprano se atienda un caso, más “chances” de mejor sobrellevar la enfermedad con la atención adecuada. Y hay otra cuestión, la influencia que cae en modo información (o desinformación) de todos los interesados en hablar de los oxímetros, incluyendo el aspecto comercial. Es por eso, que por un “por las dudas” lo hemos comprado en una farmacia de barrio. Ojalá nunca lo necesitemos usar, y si lo utilizamos, ojalá nunca nos dé resultados adversos, pero si así fuera, bienvenido tenerlo para al menor llamado de atención acudir al hospital.

Hoy día martes 13, algunas personas asignan a este número la “mala suerte”. Pienso sí creo que existe algo llamado “mala suerte” y “buena suerte”, o dicho de otra manera, a ciertos acontecimientos o situaciones se les puede “encajar” dentro de esos conceptos, de manera tal que resulte en adjetivaciones del azar. Lo que no creo es en el aspecto supersticioso, el pensamiento mágico, aquello alejado de la explicación científica, por tanto, carente de sustento.
Ahora bien, como esto es una mínima crónica literaria para una entrada de un blog, me permito jugar un poquito. Hoy martes 13, desapareció la casita del árbol. Eso sí que es mala suerte. Mala suerte para mí, mala suerte para todos.
Venía caminando, y ya desde lejos, noté su ausencia. No puede evitar tomarle fotos, solo al tronco del árbol porque la casita ya no estaba.

Árbol sin la casita.


Ahora voy a escribir algo, repensando un poco lo que escribí en el pasado, en una entrada de este mismo blog, titulada Biblioteca de intercambio, precisamente en Agosto de 2015. Básicamente pienso ampliar lo dicho, pero ahora con la experiencia de haber pasado seis años de la biblioteca de intercambio, la que ahora no está. En aquél tiempo prehistórico, años 2015, y con ese prototipo de lugar para el intercambio de libros, compuesto por dos cajones de verdura que en poco tiempo se deterioraron, las maestras del jardín, lejos de amilanarse, redoblaron su apuesta, y repusieron el sistema con algunas variantes como mejoras. Colocaron una casita de madera, bien resistente (y no débil como los cajones), luego la amuraron bien al árbol (de manera que quedó firme), la casita estaba techada (lo que le brindaba mínima protección a los libros los días de lluvia, frente a las ranuras de los cajones), y ahora el título, directamente fue Biblioteca Libre, con el lema Llevate un libro y dejá otro. La realidad es que nadie sale a la calle con un libro para dejarlo en una bibliteca libre y llevarse otro. Pero si uno puede llevarse uno o varios cuando los ve y le interesan, y luego reponerlos. Y es así como funciona, pero no es el único agente motivador, el intercambio. Es decir, el intercambio de dos personas donde una quiere dejar un libro y llevarse otro, y la otra que recoge un libro quiere dejar otro. Sino que se da un intercambio “a la buena de dios”, muchas personas dejan libros sin buscar llevarse otros, y muchas personas recogen libros sin buscar dejar libros. Y en estos últimos años he notado varios casos distintos. El caso de personas “recolectores” que al pasar, se llevan algún libro, que creería luego lo venden por unos pocos pesos, que nunca les viene mal. Pero también he visto algunos “cartoneros” que han dejado libros allí, también he visto “cartoneros” que cuando encuentran libros y no se los llevan, suelen dejarlo encima del contenedor de basura, supongo que con la visión de que otra persona se los lleve. Ahora dejando de lado, aquella personas en situación precarizada, están aquella otras que de repente se llevan un libro y a la semana el libro vuelve a aparecer en la casita, supongo que son personas que se los leen, y los vuelven a dejar “liberados”. En mi caso, como soy de los que se han llevado unos cuantos, lo que hago es ir a las librerías de saldos y usados, compro una tanda de 10 o 20 o más según la oferta del momento (como para tener una idea, un libro nuevo de saldo puede estar a 200 o 250 pesos, y uno en ofertas puede estar a $20 o 5 por $100, claro que con la inflación continuada de este país, estos número cambian todo el tiempo, pero solo sirve como gráfico mental comparativo). Y así, se van dando casos, vecinos de la zona que se llevan y/o dejan libros. Pero hay un caso interesante, de personas que dejan libros y no buscan llevarse otros. Hay muchas personas que dejan libros con culpa, como la culpa que uno puede sentir cuando tira comida (vencida o sobrante) sabiendo que hay personas que la pasan mal y no tienen para comer dignamente, salvando las distancias hay algo así con el tema de los libros, y esto se ve a menudo por la calle, si se presta atención, algunos tiran los libros directamente a la basura, pero otras personas no, los dejan al lado o encima de los contenedores, y no solo eso, los dejan protegidos (envueltos) en naylon y/o bolsas de cartón, cuando no, muchas veces los dejan atados con hilo con la finalidad que llevarse la pila entera quien los recoja. He visto personas que sacan bibliotecas enteras de personas ausentes (fallecidas o en geriátricos o mudadas), y en el caso de la casita biblioteca libre fueron liberando de a tandas una de estas bibliotecas. Hay personas extranjeras que dejan sus libros de estudio en su paso por Argentina. Hay viajeros que dejan sus guías de viaje antes de partir de regreso. Hay personas que dejan libros en otros idiomas que han traído de viajes, o comprado en el extranjero o que les regalaron o lo que fuere. Hay personas que no dejan libros pero sí revistas, folletería y cuadernillos. Hay personas que dejan los libros de estudios de sus hijos. Este último caso, son los menos, hasta han dejado libros de cuento infantiles, pero des la década del ´70 o del ´80. En cierta medida, la biblioteca de intercambio, no funciona tanto como para libros de niños sino mayormente con libros de adultos. Los libros, en su inmensa mayoría no son de valor económico-comercial. Habrá habido alguna excepción en los varios años que existió, pero la mayoría, en caso de ser puestos a la venta, terminaría en una mesa de oferta, y no más. Pero si pueden encontrarse otros usos, en algunos casos puede verse un valor sentimental. Pero me intriga saber porque motivos la gente se lleva los libros que ahí dejan o dejaban.
A diferencia de mi escrito en el año 2015, ahora lo veo desde otra perspectiva. Más positiva. Mi error (en parte, cuando afirmo “estos sistemas no funcionan”) estuvo en realizar una análisis comparativos con “bibliotecas libres” de países del primer mundo, donde la cultura, la educación, la costumbre, la idiosincracia, son otros muy distintos a lo que es Argentina. No obstante, esto es un avance, primigenio, es una vanguardia, y no he visto una, sino que ya vi dos de estas bibliotecas libres, una en Palermo, la otra en Villa Crespo (esquina de Tres Arroyo y Valentín Virasoro) donde la llaman biblioteca al paso. Aquí en CABA funcionan pero de otra manera, básicamente lugar donde se dejan libros y otros se los llevan, que pueden ser intercambios mutuos pero me da la sensación que no tanto, y ambos grupos (los que dejan y los que llevan) lo hacen por motivaciones diferentes. Y visto esto, de tener un lugar donde dejar libros que uno no quiere, y que le da pena tirarlos a la basura, tener disponible un lugar donde dejarlos, está bueno. Muy bueno.

Biblioteca de intercambio. La que dio origen.

Biblioteca Libre. Ya hecha casita.

Biblioteca Libre. Día de festejo.

Árbol del Paraíso (Elaeagnus angustifolia) sin la casita.


No se porque razón, pero el día de hoy, 13 días después de haber comenzado el desafío mensual, la app envió la “bienvenida” a los desafíos, a pesar que, ya de entrada están caminados un mínimo 20% de los mismos.

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